La educación de nuestros niños depende principalmente de la capacidad que puedan tener para recibir y asimilar adecuadamente la información que nosotros, como padres, el sistema educativo y la sociedad en general, transmitimos diariamente. Cada uno de los estímulos a los que están expuestos nuestros hijos (imágenes, sonidos, olores, sabores y sensaciones) tiene el potencial de convertirse en la razón y la base para un intercambio específico de su personalidad, que en cualquier momento de sus vidas, podría impulsar o restringir su crecimiento al enfrentarse a una situación dada.
Esta capacidad de recibir y asimilar información es algo innato en cada ser humano, pero a partir del nacimiento, puede volverse más fuerte o más débil según los estímulos externos a los que esté expuesto. Un niño que no recibe demostraciones físicas de afecto con relativa frecuencia, puede perder lentamente su capacidad de reconocer un abrazo como un acto positivo y reconfortante.
De manera similar, si el niño no escucha palabras de aliento de parte de sus padres, él o ella pueden volverse inseguros y escépticos cuando esas palabras provienen de otra persona. Por otro lado, si esta capacidad está bien desarrollada, nuestros niños podrán comprender mejor y asimilar la información que reciben de nosotros, sus maestros y del mundo que les rodea.
Te dejo con este vídeo donde te explico más sobre los sistemas de representación.
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